Para comenzar el pasaje de hoy me gustaría recordar que hay quien dice que los rockeros van al infierno, y aunque el personaje (nunca mejor dicho) en el que me he inspirado para escribir no cante, ni toque ningún instrumento de cuerdas de metal, muy seguramente terminará calentando su trasero en las brasas de Lucifer.
Centrándome en materia, justo al comenzar la quinta temporada de Californication, su protagonista, el gran Hank Moody realiza una de sus numerosas conquistas con una preciosa chica de color durante el vuelo que le enviaba de vuelta a Los Ángeles. Una vez allí, su agente le encuentra trabajo como escritor para un extravagante y egocéntrico personaje que quiere grabar una película protagonizada por él mismo a la que llamará "Super Detective en Santa Mónica". Nada más conocerle, éste le presenta a su novia, que casualmente es la misma mujer con la que días antes había mantenido relaciones en los servicios del avión, y al hacerlo, en un tono amenazante vestido de broma le deja claro que ante cualquier tipo de acercamiento hacia ella, diera su muerte por segura. A pesar de ello, y siguiendo los consejos de su agente Hank comienza a dedicar parte de su tiempo junto al "artista" con objeto de hacer un guión lo más ajustado a sus preferencias.
Así, mientras nuestro protagonista se percataba de las lujuriosas intenciones de las que no parecía desprenderse la mencionada chica, e iba esquivando los daños colaterales de todas peligrosas las actuaciones de Samurai Apocalypse (como robar un coche de policía por echar el rato o amenazar con armas de alto calibre por costumbre), en un momento de debilidad y aparente fraternidad motivado por una larga noche de copas, Hank contó a Samurai que el novio de su hija Becca le estaba siendo infiel, a lo que sin consultar con su escritor, el rapero de Santa Mónica mandó a los suyos pegarle una soberana paliza para sorpresa de un contertulio conocedor de la violenta e inestable actitud de su amigo, pero no del grado de la misma.
En ese preciso momento (y considerando el peligro que suponía la tentación de ébano), Hank se dio cuenta de que estaba pisando una tabarrera, y en ocasiones puntuales (o no) muchas personas vamos andando por la vida sin darnos cuenta por dónde nos guían nuestros pasos ante cierto devenir de acontecimientos, y cuando realmente tomamos conciencia de que nos encontramos en una situación de este tipo tenemos en principio dos opciones para intentar salir ilesos:
... quedarnos absolutamente quietos, o salir corriendo.
Imagen obtenida de www.public-domain-image.com
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