Muchas noches, cuando las nubes, la contaminación y la propia luz nos permiten alzar la vista, podemos ver miles de estrellas que forman preciosas constelaciones que albergan miles de historias. De muchas de ellas nació un ánime que para los de mi generación marcó una época junto a Bola de Dragón: Los Caballeros del Zodiaco. Entre ellos, encontrábamos a míticos caballeros como Pegaso, el Dragón, Andrómeda, el Fénix y un largo etcétera, que con poderosas armaduras y el cosmos como fuerza vital luchaban por defender a los inocentes de las despiadadas fuerzas del mal.
De esos jóvenes luchadores aprendimos el valor de la amistad y la fidelidad hacia los tuyos, aunque en ocasiones alguno de estos valores era brutalmente exacerbado.
Uno de los personajes con más trascendencia en la serie era Hyoga (el caballero del Cisne) que desarrolló su periodo de aprendizaje en las frías tierras de Siberia junto a otro joven llamado Isaac. Como algunos ya sabéis, cuando Hyoga era niño perdió a su madre en un naufragio, quedando ésta y la embarcación sepultados bajo una gruesa capa de hielo, motivo por el que a lo largo de la serie podemos ver en contadas ocasiones cómo rompe esa capa y bucea para volver a verla. Sin embargo, la primera vez que concentró suficiente cosmos y consiguió romper la gruesa capa de hielo, fue arrastrado por una gran turbulencia, e Isaac, su compañero de entrenamiento, tuvo que lanzarse a salvarle la vida con tan mala suerte que un afilado trozo de hielo le hizo perder el ojo izquierdo...
Años después, Hyoga e Isaac volvieron a encontrarse, pero esta vez en un combate a muerte puesto que el primero intentaba proteger a la humanidad de un terrible maremoto provocado por los caballeros de Poseidón, entre los que militaba Isaac, el caballero del Kraken. Durante el combate, Isaac recriminó con insistencia a Hyoga que por su imprudencia había perdido su ojo, lo cual provocó en el caballero del Cisne un enorme malestar y un desorbitado sentimiento de culpa que le llevó a pedirle a su rival que para compensar le quitara a él el mismo ojo. Finalmente...
... ni la culpa de Hyoga, ni el reproche de Isaac quedaron saciados, pero ambos perdieron un ojo y un amigo para el resto de sus vidas.
Uno de los personajes con más trascendencia en la serie era Hyoga (el caballero del Cisne) que desarrolló su periodo de aprendizaje en las frías tierras de Siberia junto a otro joven llamado Isaac. Como algunos ya sabéis, cuando Hyoga era niño perdió a su madre en un naufragio, quedando ésta y la embarcación sepultados bajo una gruesa capa de hielo, motivo por el que a lo largo de la serie podemos ver en contadas ocasiones cómo rompe esa capa y bucea para volver a verla. Sin embargo, la primera vez que concentró suficiente cosmos y consiguió romper la gruesa capa de hielo, fue arrastrado por una gran turbulencia, e Isaac, su compañero de entrenamiento, tuvo que lanzarse a salvarle la vida con tan mala suerte que un afilado trozo de hielo le hizo perder el ojo izquierdo...
Años después, Hyoga e Isaac volvieron a encontrarse, pero esta vez en un combate a muerte puesto que el primero intentaba proteger a la humanidad de un terrible maremoto provocado por los caballeros de Poseidón, entre los que militaba Isaac, el caballero del Kraken. Durante el combate, Isaac recriminó con insistencia a Hyoga que por su imprudencia había perdido su ojo, lo cual provocó en el caballero del Cisne un enorme malestar y un desorbitado sentimiento de culpa que le llevó a pedirle a su rival que para compensar le quitara a él el mismo ojo. Finalmente...
... ni la culpa de Hyoga, ni el reproche de Isaac quedaron saciados, pero ambos perdieron un ojo y un amigo para el resto de sus vidas.
PD: Cuando hablamos de "anime", nos referimos al Manga en vídeo.
Fotografía con licencia CC cortesía de zdeto
Fotografía con licencia CC cortesía de zdeto
Eso es lo que pasa cuando tocas los cojones de chico a los demás y no pides perdón.
ResponderEliminarPues yo sacaria varias reflexiones, la principal la primera:
ResponderEliminar1º Cada uno es responsable de sus propios actos. No cargues sobre tu espalda la responsabilidad de los actos ajenos ni pretendas que otros carguen con la responsabilidad de los tuyos.
2º La única forma de correjir un error es no cometerlo.
3º El sentimiento de culpa nos hace ver nuestros errores, pero si no los aceptamos se convierte en una carga. Si no asumes tus errores, corres el riesgo de que la culpa te haga hacer gilipolleces como hacer que te saquen un ojo.
4º No te hagas el heroe si no lo eres (o no ayudes si no es de forma verdaderamente desinteresada)
5º Todos nos equivocamos. Hay que saber perdonar.
Er Keye, veo que analizas profundamente cada pasaje... es un auténtico placer comprobarlo entrada a entrada.
EliminarUn comentario muy completo... sí señor.
Cuando todo va bien , que guais somos tod@s... pero cuando empiezan las incomodidas de la vida real y las situaciones fastidiosas... ahi es donde nos medimos, no con los demás, sino con nosotr@s mism@s y nuestras auténticas motivaciones... y eso a veces nos puede sorprender....
ResponderEliminarMuy agudo.
EliminarEste comentario ha ido bastante "más allá".
Gracias por el apoyo y la participación!
Dile a los demas que te ha dolído, como te han hecho sentir y dales la oportunidad de reflexionar sobre lo que oyen y de pedirte perdón por lo que te hicieron sufrir. Aprender a perdonar y a olvidar. Recuerda todo/as nos equivocamos en este camino que llamamos vida.
ResponderEliminarTatiana, sé bienvenida a los comentarios del blog.
EliminarComo dices... es muy importante "aprender".
"Recuerda todo/as nos equivocamos en este camino que llamamos vida."
Gracias por tu orientación, tus consejos y tus ánimos.
Gente que se dedica a salvar el mundo deberían estar por encima de de sentimientos terrenales. Si lo mezclan, mal vamos.
ResponderEliminarRecuerdo ese episodio, muy dramático y profundo. Después de verlo quedaba un sentimiento de tristeza.
ResponderEliminarMuy bien analizado, Pepe. Saludos.
Miguel.
Y lo curioso es que la historia entre estos dos tenía más aristas: siempre pensé que para Hyoga fue el que más le costó ser Santo: luchar contra sus maestros y contra un amigo que compartió con el más que otros. Cuando se enteró la verdad pensé que habría un abrazo fraternal de "dejemos las cosas así" pero no, el rencor de Isaac hacia un Hyoga muy apegado a un sentimiento perdido (hacia su madre) más su visión "Blanco-Negro" pudo más. Pero cada uno defendía una idea diferente y se tenía que seguir.
ResponderEliminarBuena entrada, me hizo recordar esa batalla que más parecía psicológica que física...
^^ Desde luego, la pugna tenía matices que iban más allá de la propia batalla. Lo curioso es que de una forma u otra, la culpa suele volver a aparecer a no ser que la venzas.
EliminarLucharemos contra ella pues con... ¡Polvo de Diamantes!